El malo no es el sistema de salud


Por: Chayo Maldonado

Sí, sigo pensando igual, yo fui una de las que al promulgar la Ley 100 de 1993, aplaudí y me regocijé de mi país, cuando leí los principios que la rigen: eficiencia, universalidad, solidaridad, integralidad, unidad y participación; para mí, JUSTICIA; me alegré inmensamente porque veía yo, que estábamos dando un paso gigantesco para cerrar la brecha de desigualdad; ya se iba a dejar de llamar la atención de los menos favorecidos como “servicio de caridad” y ya no habría en los centros asistenciales “Hospitalizados Pensionados” y “Hospitalizados de sociales”; eso me volvió optimista frente al avance del país, pues la morbimortalidad se disminuiría, la población sana aumentaría y con ella, la fuerza laboral del país se consolidaría.

Cuando empecé a ver cómo se implementaba, mi orgullo y satisfacción se incrementaron, ¡claro! Es que es muy diferente que te atienda un médico general, que te derive a un especialista y que tú no tengas que venir a casa a mirar qué empeñas o vendes para poder ir a esa interconsulta. Que ¿hay que pagar un COPAGO? ¡Sí! Pero siempre es ínfimamente menos que lo que cuesta la consulta de un especialista de manera particular; que no solo sea la consulta por enfermedad, sino, que tengas acceso a programas de Promoción y Prevención que te vuelvan responsable con tu autocuidado para evitar que las enfermedades aparezcan o te postren, es una gran tranquilidad y transmite seguridad y eso todo vino en el paquete de Ley 100/93 por eso digo, la Ley 100 y con ella el sistema nacional de salud en su espíritu, NO ES MALO.

En estos momentos, tal vez habrá más de uno pensando y hasta expresando: ¿¡Qué no!? Y que uno tenga que esperar una cantidad de días, meses y hasta años, para que le autoricen una cita, procedimiento y hasta un medicamento que en cualquier farmacia vale $3.000, ¿es muy bueno? Obviamente que no es bueno, pero es que eso no es lo que reza en la Ley 100/93, pues justamente su primer principio es “eficiencia” y eso es oportunidad, eso es agilidad en los procesos.

Lo lastimoso de la Ley 100/93, es en quien se apoya, para ser efectiva, unas figuras que se llaman EPS, sí, esos famosos operadores dirigidos por humanos corruptibles, inhumanos en su mayoría que juegan a ser dioses y que son los que dilatan, retrasan y hasta se dan el lujo de negar servicios.

Hoy, frente al proceso que vivimos en familia con mi sobrino CARLOS ALBERTO CÁRDENAS MALDONADO “KBETO”, mi estrecha lógica no me permite entender, como después de haber invertido en él su EPS,  una extraordinaria suma en un trasplante de médula ósea, con un excelente servicio en la ciudad de Cartagena, se lo tiran en Valledupar, por no entregar oportunamente un medicamento de control.

Que a cambio de tal vez mantener a flote la EPS en el Cesar, se burlen del aparato jurídico y para ellos no valgan: derechos de petición, tutelas, incidentes de desacato, días de arresto ni sanción pecuniaria; y terminen con la vida de un joven profesional de la salud; dejen a unos padres de la tercera edad con el sinsabor de no ver cumplida la ley natural de ser los hijos quienes vean morir y sepulten a los padres;  a una mujer viuda, tres hijos huérfanos; un cuarteto de hermanos, reducido a un trío y una familia entera que solo sabía de risas y festejos sumidos en el más profundo dolor.  

Que las IPS, cuyos dueños con tentáculos como pulpos se expandan por todo el país mientras prestan unos precarios servicios; que los profesionales de la salud especialmente los médicos generales hayan terminado siendo secretarios de los especialistas y hasta para medir signos vitales y adelantar una admisión de pacientes deban esperar órdenes; no sé si sea protocolo o pereza, pero es muy fácil para ellos decir: No hay el medicamento o tirarse la pelotica de un servicio al otro, cuando se trata de enfermos delicados, a los que terminan llamando “el chicharrón de la 201” como nos sucedía a nosotros. Sé que esto, no va a cambiar la historia, pero tal vez sea leído por personas que lideran entidades, para que echen una mirada humana a sus procesos y nunca se olviden que más que un título, una posición o dignidad, son seres humanos que tienen una profesión y en el caso de la salud: UNA PROFESIÓN DE SERVICIO.

Hay muchísimas personas a quienes tenemos que agradecer; hoy recuerdo la expresión de alguien muy cercano a mí, que al escuchar mis quejas frente a la pobreza por la falta de acción oportuna de la EPS y no poder nosotros cubrir los costos, me dijo: “Mami, más importante que el dinero, son las relaciones” 

Y cuánta razón tiene en eso; nuestros amigos profesionales de la salud y del derecho, nuestros compañeros de trabajo, los compañeros de promoción y de todas sus actividades, nuestros amigos de toda la vida, los vecinos de cada núcleo familiar, no permitieron que a él le faltara algo, aparte de la estrechez de los protocolos hospitalarios como comprar algunos medicamentos o autorizar ciertos procedimientos como nos sucedió con la atención de manejo del dolor, que no nos permitieron llevar particular ni autorizaron el de ellos. Nuestra deuda de gratitud es inmensa; ojalá el PADRE AMADO como se refería él a Dios, nos dé la oportunidad de devolver aun cuando sea un poco de todo cuanto recibimos. 


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