Un reconocimiento a los ganaderos del país en el Día del Campesino


Por: José Félix Lafaurie
Los ganaderos y agricultores del país son el activo más valioso que tenemos. Su tesón, perseverancia y trabajo arduo nos llenan de admiración. Son el motor que da vida y genera progreso en las zonas rurales y en todo el territorio nacional.

Por esta razón queremos brindarles un sencillo homenaje a todos los trabajadores del campo ya que este domingo 7 de junio se celebra en Colombia el Día del Campesino. Son cerca de 700.000 ganaderos los que todos los días hacen un gran esfuerzo por llevar carne y leche de excelente calidad a niños, adolescentes y adultos dentro y fuera del país.
Fue el presidente Guillermo León Valencia quien firmó el Decreto 135 del 2 de febrero de 1965 en donde se establece que “el primer domingo del mes de junio de cada año se celebrará, en todos los municipios del país, el Día del Campesino”.

Sin embargo, hace 56 años, Augusto Franco Gómez, un ciudadano de Pácora (Caldas), empleado de la que en aquel entonces era la Caja Agraria, le escribió una carta al mandatario en la que le propuso la creación del día del campesino, que se celebraría el primer domingo de cada junio.

Desde Fedegán estamos trabajando de la mano con las asociaciones regionales para llevar bienestar a todos los ganaderos y sus entornos. Implementamos hace más de una década el programa Ganadería Colombiana Sostenible (GCS), trabajamos para mejorar la genética, para abrir más mercados internacionales a la carne y buscamos un hato sano, sin aftosa ni brucelosis, con el fin de atraer a los compradores del mundo y generar desarrollo en el campo.

Un saludo de agradecimiento y admiración por la labor que realizan cada día. Este fragmento, que hace parte del Epílogo del libro Colombia Campesina, nos recuerda la importancia de los labriegos, los ganaderos y el gran reto que se viene para el país cuando se supere esta pandemia:

“Si hoy todo parece indicar en el mundo un regreso a la tierra, al aire libre, al contacto con las cosas elementales, y por tanto, absolutamente necesarias y hermosas, debemos mirar al habitante de nuestros llanos y de nuestras montañas, nuestras costas y nuestros ríos, nuestras laderas y nuestros páramos con retina diferente, en favor de sus ambiciones discretas y sus intenciones bondadosas, de una vigencia permanente”.

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