Por
María Ruth Mosquera
Prensa
en Región - Proyecto Música Vallenata Tradicional en Sintonía
@sherowiya
Eran aquellos tiempos
en los que, para que ‘aprendieran a ser hombres’, a los niños los iniciaban en
las labores del campo; de modo que a sus quince años ya Escolástico estaba
convertido en vaquero con una destreza impecable para enrejar el ganado y
administrar la finca de su papá Rosendo Romero Villarreal, un gamonal de
prestigio, no sólo por lo imponente de su figura, su cabello rubio, sus ojos
azules y su ascendencia española; sino por su maestría en el arte de tocar el
acordeón.
La finca era inmensa;
la más grande de toda esa zona. Estaba en Boquerón, a un extremo de Becerril,
en el Cesar, donde había establecido su segundo hogar Rosendo, tras un
matrimonio apresurado por la conveniencia de escapar del servicio militar y que
poco después lo dejó viudo y con un hijo bautizado como Escolástico Romero
Rivera. La cotidianidad eran intensa: El padre en sus asuntos musicales y el
hijo cada vez más agobiado por los quehaceres campesinos, al punto que un día
decidió soltar sus cargas y escapar, buscando refugio donde su tío Adolfo
Romero, en Villanueva, La Guajira, primero de su estirpe en asentarse en esta
tierra de dinastías.
Allá lo descubrió el
viejo Rosendo, tras varios años de angustiosa búsqueda de su primogénito, de
silencio de su acordeón y de fatigosas labores pastoriles. Lo encontró casado
con una joven llamada Ana Antonia Ospino ‘La Nuñe’, continuando la
descendencia, reconocida hoy como una de las más grandes dinastías del
vallenato, musa de abundantes escritos e investigaciones como la que se está
construyendo en el proyecto ‘Música Vallenata Tradicional en Sintonía’, que
lidera el Ministerio de Cultura y sus direcciones de Patrimonio y
Comunicaciones - a través del Proyecto Las Fronteras Cuentan- en el marco de la estrategia del Plan
Especial de Salvaguardia para la Música Vallenata Tradicional en el Caribe
Colombiano.
“Escogimos hacer esta
investigación, analizando todo lo que Villanueva ha representado para el
vallenato, los artistas que han nacido aquí, entre ellos dos de las dinastías
más representativas que tiene este folclor”, argumenta Junior De la Hoz, quien
emprendió la tarea de construir una pieza comunicacional en torno a la Dinastía
Romero, junto con su hermano Wilder De la Hoz, quien añade que “en la
investigación, encontramos que Consuelo Araujo Noguera, La Cacica, cofundadora
del Festival de la Leyenda Vallenata, decía que las más grandes dinastías eran
los López, los Zuleta y Los Romero; dos de estas son nacidas en Villanueva”.
Cuenta la historia
que, establecido en Villanueva y reconstruida la conexión con su padre y su
familia, Escolástico recibió la visita de su hermano Pedro (hoy conocido como
el Tío Pello), quien viajó a ‘darle vuelta’ y se enamoró perdidamente de la hermana
de su esposa, de modo que terminaron las dos hermanas casadas con los dos
hermanos. Ambos heredaron de su padre el arte musical y se convirtieron en
acordeoneros de renombre, músicos de salón, especialistas tocadores de colitas
y cumbiambas. En el caso de Escolástico, fue además técnico de acordeón, pupilo
de Buenaventura Rodríguez, suegro de su tío Adolfo y quien fue el primer
arreglador de acordeones que existió en la región.
El escenario de
establecimiento de esta progenie fue entre el Cerro Pintao y el barrio El
Cafetal, donde nació y creció la muchachada con una riqueza bucólica y
espiritual inversamente proporcional a la material, con aguinaldos tan básicos
como un buñuelo de maíz con queso o un pito de lata,
con un entorno hecho de melodías y poesías, que terminaron impregnando a casi
todos los jóvenes no sólo del barrio El Cafetal sino del San Luis que era
vecino. “Escolástico, acordeonero que sembró el estilo de su progenitor en
Villanueva, para que, unido a Emiliano Zuleta, se produjera más tarde, en este
lugar una especie de cantera de compositores e intérpretes”, afirma el
investigador, compositor y Doctor en Arte y Patrimonio Cultural, Tomás Darío
Gutiérrez Hinojosa.
Excelentísimos
músicos que siguen emergiendo de esa cantera y, claro, sumando miembros a la
dinastía Romero. Al respecto, el investigador Abel Medina Sierra precisa que
Escolástico “echó raíces en Villanueva donde germinaría una constelación que
hoy sigue dando esplendor a la música vallenata. Entre sus hijos, se han
destacado como acordeoneros profesionales de gran recorrido los hermanos Israel
Romero Ospino (director del Binomio de Oro), quien también es compositor, productor y ganador en 1982 del premio como
mejor acordeonero del mundo en Massachusetts, USA; Norberto Romero, con más de diez
producciones con cantantes como Daniel Celedón, Armando Moscote, Gustavo
Bula, Elías Rosado, Kike y More Ovalle,
entre otros; Limedes Romero, quien ha
grabado con Dairo Saurit y con Rafael Daza; su sobrino José Fernando ‘Morre’
Romero, hijo de Rafael, también es un acordeonero destacado y de gran
proyección, quien ha grabado con el Binomio de Oro, Junior Santiago y Nelson
Velásquez. Rosendo Romero es el más destacado en el plano de
la composición, es ponderado como uno de los más inspirados autores del
vallenato, poeta de verso sublime y palabra plena de lucidez; también canta y toca el acordeón.
Los también hermanos Rafael e Ismael son congueros. Como cantante se muestra
Israel David, hijo del gran ‘Pollo Irra’ que hace parte vocálica del Binomio de
Oro”.
La
transmisión del arte, aspecto clave
Ha sido el arte una
herencia en la familia Romero, como si estuviera contenida en la información
genética, de modo que es parte esencial para ellos, que es su vida, y garantiza
la pervivencia de la tradición musical. “Históricamente todas las dinastías han
conservado la tradición, independiente de que se hubiese dado la declaratoria
como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”, expresa Rosendo Romero Ospino y
añade que “la Dinastía Romero está cumpliendo con algunos aspectos muy
fundamentales; por ejemplo, Israel es presidente del Festival Cuna de
Acordeones y eso es importante porque allí se gestionan los concursos que
permiten la presentación de los cuatro aires; yo, como coautor del Plan
Especial de Salvaguardia, también. Los López, porque son representantes
vernáculos del vallenato, y los Zuleta, aunque no están en gestiones
organizativas, se mantienen en el vallenato autóctono que le da el estatus de
ser auténtico”.
Los hermanos De la
Hoz, por su parte, que también pertenecen a una dinastía de radialistas,
destacan que “esta familia está ahí para defender este vallenato tradicional.
Ellos mantenían viva esa tradición vallenata que les enseñaron sus abuelos y
sus padres y ahora ellos a través de su sangre y su música les están enseñando
a sus hijos, primos, nietos y se preocupan porque aprendan este vallenato
tradicional. ‘Morre’ (José Fernando Romero) tiene una escuela de música en la
que incluso le abre la oportunidad a niños con Síndrome de Down”.
La información que
han encontrado Junior y Wilder los ha inspirado para seguir realizando este
tipo de trabajos que pongan en sintonía a las comunidades con su historia y su
cultura. “No sabíamos por ejemplo que el señor Rosendo Romero Villarreal era
hermano de Julia
Romero Villareal, abuela de Alejo, Nafer y Luis Felipe Durán; es decir, la mamá
de ellos, Juan Francisca Díaz Villarreal, era sobrina del papá de Escolástico,
por lo tanto ellos eran primos”, expone Wilder y cuentan que desde hace varios
años vienen realizando trabajos de profundidad alrededor de la música vallenata
tradicional, uno de los cuales le mereció a Junior ser ganador del Premio de
Periodismo Regional Sirena Vallenata, que otorga el Círculo de Periodistas de
Valledupar a periodistas del Cesar y La Guajira. “Hablábamos
precisamente de este tema, del ‘vallenato, una historia cantada y contada’, lo
cual hicimos a través de un dramatizado, en el que incluimos no sólo el
vallenato de Villanueva, sino también las fiestas patronales, las tradiciones.
Nos hemos preocupado por contarles estas historias a las nuevas generaciones
para que tengan claro de dónde vienen”.
La producción sonora
alrededor de la Dinastía Romero se desarrolla a través de un diálogo entre un
niño llamado ‘Rafita’ y su tío, amante de la música vallenata, llamado
‘Francisco, quienes protagonizan jornadas de narración de historias,
enriquecida con entrevistas a protagonistas y expertos alrededor del tema. De
esta manera los detalles de esta estirpe musical hace parte de los Relatos de
Un Patrimonio Que se Canta que se construyen en la región Caribe, de la mano
del Ministerio de Cultura.
Publicar un comentario
Gracias por su comentario