Por
Juan Rincón Vanegas
En Carrizal tierra de poetas
cerca del pueblo, nació ‘El cantor campesino’
y desde entonces he venido, con gran placer y cariño
representando mi herencia.
Rodeado de montañas, tunas, cardones, magueyes y
árboles frondosos está el lugar donde nació Diomedes Díaz Maestre, ‘El cantor
campesino’. Fue exactamente a las siete de la noche del domingo 26 de mayo, día
de San Felipe de Nerí y Santa Mariana de Jesús, en luna nueva, año 1957, según
indica el almanaque Bristol.
El lugar descrito es Carrizal, jurisdicción de La
Junta, municipio de San Juan del Cesar, La Guajira, y para llegar a este
territorio hay que recorrer un camino inhóspito que surcan dos ríos. A su
alrededor, todo es dominado por animales silvestres, mientras que la brisa se
pasea a sus anchas.
El paisaje es acogedor, y todavía está la muestra de
aquella casa que fue testigo del
nacimiento del artista más grande que ha dado la música vallenata.
Las medidas del vetusto rancho que acusa el paso de
los años son de cuatro metros de ancho, por seis de largo; y aún se conserva una
pequeña parte de la pared de bahareque, los estantes, el techo de zinc y el
piso agrietado.
En esa dimensión se encierra el más grande tesoro que
en ese tiempo tuvo la pareja conformada por Rafael María Díaz Cataño y Elvira Antonia
Maestre Hinojosa, quienes se abrieron paso con trabajo y dedicación, esperando
que la vida les sonriera con su carga de nueve hijos, cinco hombres y cuatro
mujeres.
En ese bello rincón guajiro trascurrieron los primeros
años del niño que pasó mucho trabajo, era el hijo mayor, porque muchas veces
como lo contaba, por el fogón no pasaban ni los lobos y el hambre jugaba de
local en la humilde casita.
A pesar de que su estrella del futuro no alumbraba lo
suficiente, con el paso de los años el joven pueblerino brilló con luz propia,
y se convirtió en un artista que se impuso contra todos los pronósticos. Nadó
contra la corriente, y triunfó, a pesar de tantas caídas de las que supo
levantarse, como lo relata en una de sus canciones.
En aquellos tiempos, nadie daba un peso por ‘El chivato’,
remoquete que le pusieron porque desafinaba al cantar. En su propio terruño
corría el comentario que Diomedes desafinaba más que una campana de barro, pero
con el correr del tiempo les ganó a todos los jueces del canto folclórico.
Precisamente en La Junta, su paisano, Luís Alfredo
Sierra, salió en su defensa y dijo que levantara la mano la persona que no
hubiera cometido ni medio error en la vida, “para llevarlo en hombros de La
Junta a Bogotá, y darle la medalla del más correcto del mundo. Ese premio se lo
lleva lejos, Jesucristo”, remata su comentario.
La
humilde casita
Ahora, el lugar donde nació Diomedes sufrió un cambio
total, fue sometido a una limpieza y está sembrado de yuca, porque antes estaba
lleno de una maleza que no dejaba ver nada.
A cargo de éste amplio terreno se encuentra Víctor
Darío Urrutia Maestre, hijo de Graciela María Maestre Hinojosa, más conocida
como ‘Gache’, hermana de la mamá de Diomedes, quien se ha encargado de
transformarlo. “Antes, esto era puro monte y la casa estaba tapada. Trabajé
durante diez meses y ahora está limpio y vengo todos los días. Mi propósito es
dejar la casa como estaba cuando nació mi primo Diomedes. Llevará esfuerzo y
dedicación, pero servirá para que mucha gente venga a visitarla y se dé cuenta
de la manera como vivía en Carrizal el famoso ‘Cacique de La Junta’, como lo
bautizó Rafael Orozco”.
Seguro de lograr su propósito, Víctor Darío ha traído
algunos materiales de construcción que en corto tiempo dejaran la casa como
aquel hoy famoso 26 de mayo cuando Diomedes anunció su nacimiento con un llanto
vigoroso y muchos fueron a darle la bendición al primogénito de la familia Díaz
Maestre.
‘Jama’, como sus familiares llaman a Víctor Darío,
cerró el broche del portillo y a pocos metros quedó la casa que fue testigo de
la niñez de ese muchacho que tuvo la virtud de cantarle a su querido papá
Rafael: “Ese que con su sudor, me dio el
tamaño que tengo, y el hijo le salió bueno”.
Ese mismo que le regaló una frase célebre a la vieja
Elvira, la autora de sus días: “Ayyyy…mamá, ojalá el mar fuera mío, pa’
dátelo con to’i pescao”.
El
primer amor
En el recorrido por Carrizal, apareció aquella mujer que
fue la primera aventura de amor de Diomedes, y que con el paso del tiempo dio
sus frutos.
Bertha Rosario Mejía Acosta se mostró dispuesta a
contar esa historia. “Había asistido a la caseta de Rosario Maestre, en La
Junta, con motivo de los carnavales, estando sentada y sin darme cuenta él se
me acercó y me estampó un beso en la espalda. Yo tenía puesta una blusa de
canastica. Le reclamé, y me dijo que le había provocado porque yo le gustaba”. Y
continúa diciendo: “Todo siguió de coqueteo en coqueteo, cuando vinimos a
darnos cuenta estábamos enamorados y emparejados. Con decirle que él no podía
ir a mi casa, nos veíamos a escondidas porque mi mamá, Eugenia María Acosta, no
lo aceptaba, debido a que era un pelao parrandero y no le veía ningún futuro”.
De esos amores que ella destaca como “algo verdadero,
con esa inocencia de antes y que se hicieron más fuertes porque eran
prohibidos”, nació Rosa Elvira, exactamente cuando el muchacho ‘Medes’, como ella
lo llamaba, tenía 17 años, tres meses y 12 días de edad.
“La noticia del embarazo se la dije estando acostada
en una hamaca, y él se alegró mucho porque vendría al mundo el producto de un
bello amor que duró cinco años, que se fortaleció con bellos mensajes y versos
que eran la vitamina para alimentar ese idilio que nació de un beso y que
floreció en medio de las dificultades de aquellos tiempos, donde sus padres
fueron los grandes héroes para atenderme porque él estaba estudiando y no tenía
plata”.
En medio de la charla, Bertha Rosario cuenta una
historia inédita cuando ella misma le contó a su ‘Medes’ que tenía una
enamorada. “Le dije una vez, y en muchas ocasiones me insistió, hasta que le
confesé que mi prima Patricia Isabel Acosta, estaba enamorada de él. Todo pasó
tan rápido, cuando vi fue que se casó con ella, pero no me opuse porque era su
decisión y me quedé con mi hija que ha sido el mejor regalo que Dios me ha
dado. ‘Medes’ nunca me quedó mal, fue muy generoso conmigo y para él sólo tuve
palabras de agradecimiento”.
En medio de su relato, expresa que su paso por la vida
del artista, además de premiarla con una encantadora hija, dejó como testamento
cientos de recuerdos que se escapan de su nido cuando escucha las canciones
‘Cariñito de mi vida’ y ‘El aguinaldo’, que nacieron en la época en que ella
era la dueña del noble y enamorado corazón de ‘El Cacique de La Junta’, y hacía
posible que sus poemas cantados se introdujeran por los recovecos de su alma.
Bonita manera de conquistar a una mujer untada de amor.
Hoy te traigo de aguinaldo
algo de mi corazón,
te traigo el alma de mis amores
sobre del alma unas flores
ay, en estas coplas cantadas.
El niño Dios que nos pondría
un corazón de alegría
pa’ que nos amemos los dos.
La
virgen para Diomedes
En la misma región de Carrizal, en la finca ‘Los
brasilitos’, se encuentra la Virgen del Carmen que el acordeonero Juancho Roís
le regaló a Diomedes Díaz, obsequio que hizo público en la canción ‘Un canto celestial’,
grabada en 1995.
Me regaló Juancho Roís la virgen
me regalo la Virgen del Carmen,
y ahora, la tengo en Carrizal
la tierra, donde yo nací…
En esa obra musical Diomedes le agradece a su
compañero de fórmula, quien había muerto seis meses antes. Le confiesa que no
estuvo en su sepelio porque quiso hacerse a la idea que estaba viajando lejos. “Está,
con Dios allá en el cielo, sentado con el padre a su diestra, en cambio, en el
cementerio, me mata la tristeza”.
Para llegar al lado de la virgen hay que recorrer,
después de abrir el portillo ubicado a un lado de la vía, exactamente 20
minutos a pie, pasando por un camino agreste y quebrado donde se sentía el olor
a campo que se impregna en la piel.
La aventura culminó al ver a la distancia una casa y
unos potreros. Entonces, se escucharon ladrar a varios perros y apareció una
matrona, antes de que se acercaran los animales, los llamó y le hicieron caso.
La tranquilidad volvió al lugar, y se produjo el recibimiento
con un delicioso tinto con clavito de olor.
Ya en la cómoda estancia de la casa, en un rincón
estaba la Virgen del Carmen rodeada de flores, velas, afiches, una Biblia y
tenía tapada la corona con un sombrero vueltiao, que el propio Diomedes le puso
el día que la llevó.
Enseguida, toma la palabra Ana Mercedes González, la
mamá de Juan Carlos ‘Cacalo’ Maestre, encargado de la administración de la
finca. “Hace como 20 años, el propio Diomedes trajo esa virgen a la finca.
Desde ese momento la limpiamos, le ponemos sus velas y flores, le rezamos con
fe y devoción. Ella nos cuida y libra de todo mal”.
Al indagarle sobre las visitas de Diomedes a la finca,
señala que “Él vino hace como tres años. Cada vez que llegaba se arrodillaba,
lloraba, rezaba y hasta le pedía a la Virgen del Carmen más de la cuenta”.
(Risas).
Al regreso, con las historias recogidas en el propio
terreno, se calcó la radiografía del hombre, ‘El cantor campesino’, que supo
batirse a canto limpio y con la inspiración a flor de piel para ganarse el más
grande lugar de honor en la música vallenata. Y lo logró sacando a relucir una
célebre frase: “Los que van alante no van lejos, si los de atrás se apuran”…
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