La globalización en el desarrollo rural

"...si se ofrecieran otras oportunidades de inversión social y acompañamiento productivo, para apropiarse de los frutos del desarrollo social y para reinsertar a los pequeños productores al circuito de la economía".


Por: Hernán Baquero Bracho

La apertura económica, independientemente de su consolidación o moderación, señala el derrotero y la impronta del modelo económico. Ella ha redimensionado una concepción de la producción de bienes y servicios y la necesidad de incrementar la productividad, competitividad y eficiencia. En resumen, con la globalización de la economía, la productividad y competitividad se han convertido en la nueva riqueza de las naciones; paralelamente, una nueva división del trabajo irrumpe victoriosa, ya no son ricas aquellas naciones que poseen y explotan recursos naturales, son ricos los países donde predominan las actividades de generación de conocimientos e información.



Modelo aperturista que se caracteriza por tendencia continua o cíclica al descenso de los precios agrícolas en el mercado mundial. Lo cual trae como consecuencia la incapacidad de competir en los mercados internacionales y por ende alto riesgo y baja rentabilidad económica. El mercado dejó de ser el encuentro o desencuentro entre la oferta y la demanda.



Apertura no recíproca, complementada con la política de los países desarrollados de mantener los susidios y barreras, como política estratégica, para dar empleo a sus ciudadanos y garantía alimentaria. “Los subsidios agrícolas en los países industrializados pasan de los 300 mil millones de dólares anuales, un monto comparable a la suma del PIB de todos los países del África al sur del Sahara, o África Negra” (Stern Nicholas, Vicepresidente y economista jefe del Banco Mundial). Con una tercera parte de ese monto sería posible redimir de la miseria a muchos países hambrientos. Las anteriores cifras, ponen en duda las vocerías que reclaman mínimas restricciones a las importaciones, la mayor libertad posible, disciplina fiscal y mantenimiento de una tasa de cambios competitiva como garantía para salir del subdesarrollo.



Indudablemente, nuestra capacidad de competir se ve aún más limitada por la precaria infraestructura de transporte y comercialización (carreteras, puertos, aeropuertos, manejo de frio, almacenamiento, información, etc.); al igual de factores vinculados directamente con la producción (riego, drenaje, mecanización, energización rural). Para el caso particular del sector agropecuario, la infraestructura rural, al margen del regadío, tiene importancia clave para estimular las inversiones privadas en agricultura y el crecimiento. La infraestructura puede tener un gran atractivo para la inversión si bien mucha de ella no se adecúa al sector privado, dado su carácter de bien público.


Ante la profundización de la crisis nacional, en función del empeoramiento de todos y cada uno de los indicadores macroeconómicos y en particular de los sectores agropecuario y rural, existe el convencimiento incuestionable, en cuanto a que el libre mercado tal como ha sido dispuesto no funciona a cabalidad en el ámbito del sector agropecuario, por lo que se hace necesario tomar acciones concretas hacia la búsqueda de correctivos a las diversas fallas que se presentan, máxime cuando persiste un ambiente desfavorable para la inversión rural. Aquí resulta sorprendente que la intervención estatal con estímulos en subsidios para los grandes productores y propietarios si resulte provechosa y deseable, lo cual no se duda puede y debe darse. ¿Por qué, al solicitar el mismo tratamiento para los pequeños productores sí resulta perverso, cuando su labor resulta transcendente socialmente y es salvaguardia de la seguridad alimentaria? Esos subsidios que tanto preocupan, no lo serían tanto si se ofrecieran otras oportunidades de inversión social y acompañamiento productivo, para apropiarse de los frutos del desarrollo social y para reinsertar a los pequeños productores al circuito de la economía. La pobreza no se remedia con asistencialismo, este modelo es incapaz de dar valor y resultados, genera dependencia. Por supuesto, no es posible seguir reivindicando la intervención estatal para crear más privilegios o el mercado para excluir a los más débiles.

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