David Sánchez Juliao: "Embrujado de historias"

Por: Gustavo Tatis Vega.
En el barrio Remolino donde vino al mundo en 1945, David Sánchez Juliao dice que empezó a escribir cuentos desde muy temprano en una vieja máquina de escribir Olivetti 35, ante la contrariedad de sus padres que querían para él un destino de abogado, comerciante o ganadero.

Viendo ahora el brillo de las aguas del Sinú, me cuenta que él veía llegar desde niño todo lo que se desembarcaba en el muelle de Lorica: las telas del oriente, la máquina de coser Singer, el alambre de púas, las bolas de billar, pero también veía embarcar hacia Cartagena y el Caribe, la madera del Sinú, el queso, la carne, etc. A los ocho años sorprendió a sus vecinos con su primer discurso en la plaza, por insinuación de su madre. Todo eso ha vuelto a vivirlo con intensidad al ser homenajeado por los suyos en su propio pueblo. “Esto no le ocurrió ni al mismo Jesús”, dice riéndose. “Soy un profeta en mi tierra”. Y me cuenta que es el mejor homenaje que ha recibido en su vida: “un reconocimiento del municipio y el departamento en Lorica”, que ha bautizado la calle donde él veía llegar todas las barcazas desde Cartagena, como la Avenida David Sánchez Juliao y el colegio de Lorica lleva también su nombre. Ante semejantes gestos de devoción para con su obra literaria, él sólo dice que “no tengo nada que darle a nadie, sólo lo que he sembrado con mis propias palabras, y eso no me permite conseguirle un empleo a mi hermana, ni hacer recomendaciones. Curioso e interesante todo esto que me ha ocurrido, porque aquí solíamos bautizar— por pura lambonería— con nombres de personajes del interior del país como ha ocurrido como nuestro Inem bautizado Lorenzo María Lleras, quien jamás vino a estas tierras.

El homenaje que me ha ofrecido Lorica es como si me dijeran: ¡Qué rico que no hayas sido ganadero, David! Fui a la calle San Vicente, en Lorica a conocer el Colegio David Sánchez Juliao y al tocar la puerta me recibió el celador quien me preguntó a quién buscaba. Le dije: al rector. ¿De parte de quién?- me preguntó. Le dije: David Sánchez Juliao”. El hombre me reparó incrédulo y me dijo: ¿Me vas a mamar gallo? Cuando supo que en verdad era yo, me confesó que era como “si mis hijos que estudian en el San Pedro Claver se encontraran con San Pedro”.

De veras que Sánchez Juliao posee el doble privilegio de ser un extraordinario escritor y un formidable narrador oral capaz de hipnotizar multitudes como ha ocurrido en sus recientes tertulias en el Cartagena, en el Centro Cultural Colombo Americano y en la Serenata Escalonada en el Claustro de Santo Domingo.

Además de ser reconocido en Wikipedia como el creador del Audio-Libro en el mundo con su obra El Pachanga, Abraham al humor, Fosforito, entre otros, un fenómeno que en su tiempo el escritor Ramón Illán Bacca bautizó como Literatura-Casette, que abrió las puertas para una narrativa oral utilizada como herramienta pedagógica y sensibilizadora.

La obra literaria de Sánchez Juliao traducida a más de quince idiomas en los cinco continentes, abarca novelas y cuentos, literatura para niños y jóvenes, ensayos, microficciones, argumentos para televisión, una composición musical e innumerables textos orales de un prodigioso conocimiento de los ancestros y la cultura popular del Sinú y el Caribe colombiano.

Es autor además de “Por qué me llevas a al hospital en canoa, papá? (1973) “Historias de Racamandaca” (1974), “El arca de Noé” (1976), “Cachaco, palomo y gato” (1977), “El Flecha”, “Pero sigo siendo el rey” (1983), “ Mi sangre aunque plebeya” (1986), “Buenos días, América” (1988), “El país más hermoso del mundo”, entre otras.

Su novela “Dulce Veneno Moreno”, narra el contrapunto de los mundos culturales entre una mujer sinuana que se afrancesa en París y un francés que se sinuaniza en Montería, una divertida historia de pérdida de la identidad cultural.

Ha sido conferencista invitado en diversas universidades de los Estados Unidos, México y América Latina. Ganó el Premio Internacional Dulcinea 2000, otorgado por la Asociación Cervantina de Barcelona.

Su obra narrativa es un legítimo retrato de la diversidad cultural de la región Caribe.
Ahora frente al paisaje nocturno del río cruzamos la avenida bajo la sombra de los árboles altos y las flores del Sinú. Muchos años han transcurrido desde que él emprendió por los pueblos de Córdoba, en compañía de Orlando Fals Borda, un viaje al corazón de las palabras, escuchando la historia en la voz de los campesinos, las mujeres y los seres prodigiosos de nuestra cotidianidad. La cosecha de las palabras aún produce frutos dorados. Sus historias se desbordan como ese río cuyas aguas nos remontan a nuestros ancestros. Y nos embrujan

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