Un testimonio de fe para el Congreso de la República

Por: Wilson Alfonso Daza Cárdenas.
Un día cualquiera, un humilde chofer de Corpoguajira llamado Jacobo Faustino Gómez Toro, miembro de una iglesia cristiana de Riohacha, tuvo una revelación en un sueño en el que escuchó la voz de Dios que le decía que debía aspirar al Senado de la República, pues había sido escogido para ser Senador.

Así, consciente de que esa voz no era producto de sus emociones y de las dificultades que implicaba acatarla, Jacobo tomó la decisión de renunciar al trabajo que le brindaba el sustento a su familia y se lazó como candidato al Senado de la República por el Partido Colombia Democrática. Su lema de campaña no podía ser otro: “Por fe, Jacobo Senador”.

Amigos y ex compañeros de trabajo buscaron por todos los medios hacer dudar a Jacobo de la veracidad del mensaje, e incluso de la fuente misma. Esto, claro está, con la intención de persuadirlo de que no abandonara la seguridad laboral que tenía y no dejara a su familia sin sustento por salir en busca de una aventura que parecía sacada de un cuento. Fue así como se escuchó decir en más de una reunión esquinera, a manera de chiste, que Jacobo había escuchado mal, puesto que Dios no le había dicho que iba a ser Senador, sino celador.

Esas voces se sintieron llenas de sabiduría y más que autorizadas cuando, después de la votación respectiva, Jacobo contaba con menos de tres mil quinientos votos y ninguna esperanza de ocupar una curul en el Senado. Entonces el tan doloroso “te lo dije” se convirtió en un disco rayado para los oídos del derrotado candidato. Más eso no lo hizo dudar ni un segundo, porque él sabe que Dios no bromea, y menos cuando se trata de su propia imagen.

Pues bien, la lista del Partido Colombia Democrática la encabezaba el primo del Presidente de la República, Mario Uribe, quien decidió renunciar a su curul por la investigación que en su contra inició la Corte Suprema de Justicia por acusaciones relacionadas con la para-política. El segundo en votación en dicha lista fue Álvaro García, quien por las mismas razones de señalamientos de para-política salió del Congreso. Y el tercero fue Miguel De La Espriella, quien también salió por serias acusaciones de vínculos con grupos paramilitares.

El cuarto en la lista fue Ricardo Elcure Chacón, quien cayó preso por la para-política. Luego entró Gonzalo Gutiérrez, quien precedía en votación y, por lo tanto en derecho, a Jacobo Faustino Gómez Toro. De manera que si llegaba a ocurrir algo que desvinculara Gonzalo Gutiérrez del Congreso de la República, la entrada de Jacobo sería inminente. Ya se encontraban ocupando las otras dos curules de Colombia Democrática, Luz Helena Restrepo, hija de Regina 11, y Rufino Córdoba. Con ellos, se encontraban llenos los cupos.

En este punto, hasta para los más optimistas era impensable la llegada de Jacobo. Pero definitivamente Dios no le dijo celador; le dijo Senador. Fue así como el dos de diciembre de 2008, el país se levantó con la noticia de que el Senador Gonzalo Gutiérrez había fallecido en horas de la madrugada. Con ese hecho todo quedó despejado. La promesa de Dios pasó ahora a ser un testimonio de fe; la fe de un hombre que no solo cree en Dios, sino que también le cree a Dios.

El nueve de diciembre de 2008 Jacobo Faustino Gómez Toro se posesionó como Senador de la República para testimonio a toda la Nación. Por fe, Jacobo Senador!

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